¿Escasez de alimentos o abundancia despreciada?

Publicado por LeslieGriffiths en

El 29 de septiembre se celebró el Día internacional de concienciación sobre la pérdida y desperdicio de alimentos. Pero ¿porqué es tan significativo enfocar nuestra atención en este tema?

Un clima cada vez más imprevisible y la subida de precios derivados de la situación geopolítica actual están influyendo en nuestras compras y poniendo de manifiesto la importancia de crear un sistema alimentario justo y sostenible. 

La necesidad de mermar las pérdidas y el desperdicio alimentario representan una forma de hacer frente a la vulnerabilidad social y a la emergencia ecológica. Esto es un reto colectivo que requiere implicar a todos los agentes de la cadena alimentaria para redefinir políticas y modelos de producción, distribución y consumo

Es importante destacar que se define “pérdida de alimentos” lo que suele ocurrir durante la producción de materias primas (ej: cosecha y manipulación) y especialmente en los países empobrecidos. Mientras que el “desperdicio” se produce a nivel de industria, distribución, comercio minorista y consumo, sobre productos ya preparados y generalmente en países ricos. 

Las causas pueden ser muy diversas, y pueden deberse a:

  • época de cosecha inadecuada, condiciones climáticas adversas inesperadas, prácticas de cosecha y manipulación, plagas o enfermedades
  • almacenamiento inadecuado (ej: mala gestión de la temperatura y la humedad, desinfección insuficiente, almacenamiento prolongado por falta de transporte), deterioro del embalaje o accidentes (ej: corte de la electricidad de una cámara frigorífica)
  • daños, fallos técnicos o errores humanos que ocurren durante el transporte (ej: exceso de calor, frío, humedad, contaminación) o durante el procesado y el envasado
  • infraestructuras, mecanismos de mercado o de los precios (ej: el coste de llegar al mercado es demasiado alto en relación con el precio de mercado), marcos institucionales y legales y variabilidad de la demanda
  • criterios de calidad, color o tamaño exigidos
  • interpretación equivocada de las fechas de «consumo preferente» y “caducidad” 
  • problemas en la gestión de existencias o planificación de menús en establecimientos de hostelería y restauración, comedores, hospitales etc.
  • forma intencional (ej: se destruyen cosechas para alterar los precios en el mercado, desprecio ante el valor de los alimentos)
  • restos de alimentos que no se puede o no es fácil aprovechar o incumplimiento de las normas impuestas por los compradores
  • compras excesivas o impulsivas en los hogares, falta de aprovechamiento de las sobras
Source: FAO 2021

Según la UNEP (2021), ⅓ de los alimentos producidos en el mundo se desperdicia cada año a nivel global. Eso significa que un 28% por ciento de la superficie agrícola del mundo (tamaño mayor que la de Canadá y la India juntas) se usa anualmente para producir alimentos que se pierden o desperdician. 

En España el desperdicio se concentra especialmente en los hogares y en la industria (36%), y en menor medida en el comercio y restauración (respectivamente 7 y 20%). En específico se producen 135 kg de residuos alimentarios al año per cápita, equivalente a un 4,7% de los alimentos que compramos (Parlamento Europeo, 2017).

A nivel local, el estudio sobre el Metabolismo de la Alimentación en Valladolid (2017), llevado a cabo por el Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid, estima que una tonelada de cada cinco no llega a la cesta de la compra de los hogares vallisoletanos. Esto equivale a un desperdicio aproximado de 15 millones kg de alimentos comestibles, o el 7,3% de todos los alimentos consumidos en el municipio.

¿Y esto cómo impacta a nuestras vidas?

El despilfarro alimentario tiene un impacto sustancial a nivel ambiental, económico, ético y social.

En primer lugar, agota y contamina los recursos escasos de los que depende nuestro sustento como el suelo, el agua, la energía, contribuyendo a la pérdida de biodiversidad y al cambio climático. 

Según datos aportados por la ONU en 2021, se estima que entre 8% y 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero están asociadas con alimentos que no se consumen. Ya que, por cada kg de alimento producido, se arrojan a la atmósfera 4,5 kg de CO2.

Desde una vertiente ética y social, el despilfarro alimentario tiene que ver con la dificultad de acceso a comida de calidad, el hambre y la desnutrición. Además del acaparamiento de tierras y la explotación de trabajo, a menudo precario, de pequeños productores. 

Esto genera costes externalizados, que no se ven reflejados en los precios de los alimentos pero gravan a la sociedad en forma de gasto sanitario, zoonosis, desempleo, precariedad, despoblación y hambre (Despilfarro Alimentario, 2020).

Por otro lado, las pérdidas económicas directas del despilfarro de alimentos alcanzan los 870.000 millones de euros (Proyecto Fusions, 2016).

Reducir a la mitad el desperdicio alimentario para el 2030 es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por la ONU siguiendo una jerarquía de prioridades presentada en la imagen:

(Parlamento y Consejo Europeo, 2008; Proyecto de Ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario, 2022)

(Parlamento y Consejo Europeo, 2008; Proyecto de Ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario, 2022). 

Así mismo, muchos proyectos inspiradores a nivel local y comunitario enfocan sus actividades en estas prioridades. Algunos ejemplos incluyen: la Fundación Espigoladors que lucha por el aprovechamiento de los alimentos, reforzando el compromiso con la justicia social y el modelo circular a la vez que empodera a personas en riesgo de exclusión social a través de su empresa im-perfect®; Nevera Solidaria que pone a disposición de las personas alimentos que, para otros, suponen un excedente; Too Good To Go, una aplicación que salva el excedente de negocios poniéndoles en contacto con usuarios que aprovechan esa comida a precios rebajados; los bancos de alimentos; desde la incidencia política podemos contar con Despilfarro Alimentario; Yonodesperdicio, una iniciativa que pretende concienciar sobre el impacto que tiene tirar comida a la basura y cómo reducir el desperdicio alimentario. Y por último, para profundizar sobre el tema, el Centro Mundial de Valencia para la Alimentación Urbana Sostenible (CEMAS), en colaboración con el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC), Europeo, que ha tenido recientemente un foro de intercambio y sensibilización del que dejamos un video aquí abajo.

Y nosotros qué podemos hacer?

A la hora de comprar:

  • Planificar el menú semanal teniendo en cuenta las necesidades 
  • Realizar una compra responsable de lo que hace falta sin dejarse tentar por ofertas
  • Elegir alimentos que, aunque “imperfectos”, todavía están en buenas condiciones. En ciertos casos se puede  pedir un descuento
  • Conservar adecuadamente los alimentos
  • Recordar que la fecha de caducidad indica la fecha a partir de la cual no se puede consumir un alimento, mientras que la fecha de consumo preferente indica que puede disminuir su calidad, pero sigue siendo comestible
  • Adquirir preferentemente alimentos de temporada y de producción local
  • Elegir productos alimentarios a granel o con menos embalaje
  • Leer las etiquetas 
  • Unirse a un grupo de consumo o comprar en mercados de productores locales
  • Pagar a los productores el precio justo de sus productos

A la hora de comer:

  • Aprovechar las sobras con recetas creativas
  • Ajustar las raciones 
  • En un restaurante, pedir un recipiente para llevar las sobras
  • Tirar solo lo que sea imposible de aprovechar, compartir con amigos o vecinos, dar de comer a animales
¿Y tu comerías estas hortalizas?

En el día a día:

  • Reciclar los residuos y compostar los orgánicos
  • Apoyar proyectos que apuestan por una economía circular 
  • Empezar un huerto en el jardín, en huertas comunitarias o macetas 
  • Ahorrar agua 
  • Informarse sobre sistemas alimentarios sostenibles y saludables 

Obviamente no es posible hacerlo todo, ni todo a la vez. Ser consciente de este tema y de nuestro poder es un inicio y los pasos a seguir los indicarán nuestro sentido de comunidad, de protección hacia la tierra que nos sustenta y nuestras posibilidades.

Como dice Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.


0 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *